Hay un largo camino desde que a alguien se le ocurre una idea y la lanza en un equipo de trabajo hasta que, juntos, vivimos la I Jornada de Pastoral Diocesana.

Hay que diseñar un logo y un cartel.  Componer una canción.

Hay que elegir el tema que se vaya a presentar.  A los ponentes adecuados, la presentadora y los artistas.  

Hay que elegir el auditorio. 

Hay que limpiar, cocinar, montar el equipo de sonido, las cámaras, los focos, el escenario.

Cuidar de la seguridad de los asistentes.

El centro de flores, los regalos.  La publicidad.  La inscripción de cada una de las más de quinientas personas que asistimos.  

Para que juntos pudiéramos vivir la experiencia de fraternidad de este fin de semana.

Para que el Espíritu alumbre una llama única y personal en cada corazón, y contagiemos con ella a los demás.  Cuantos más mejor.

Somos la Iglesia Diocesana.  La Iglesia que vibra y hace vibrar.  La Iglesia que escucha, que se agacha a lavar los pies de los desfavorecidos.  La que canta, la que quita las etiquetas, la que habla lenguas nuevas.  En eso consiste la «salida misionera».  Y salimos juntos.